Hoy ha tocado una tirada un poco más larga que la de ayer, exprimiéndole todo el jugo a la Rock Machine de Málaga con sus modificaciones. La idea era explorar la vertiente Este de los Montes de Málaga, fuera de los límites del Parque Natural, y cruzar al otro lado del arroyo Jaboneros para subir lo máximo posible el monte de San Antón (o “las tetas de Málaga” por su peculiar forma) y de ahí al mar para volver a subir por la clásica entrada de “los Locos” por Ciudad Jardín).
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Una ruta que empecé tarde y en la que me ha caído de pleno todo el Lorenzo durante la subida de vuelta. ¡Cómo sufro en esos tracks que empiezas bajando y terminas subiendo! Mucho mejor al revés, pero viviendo donde vivo en Málaga, no queda otra si uno quiere tocar el Mediterráneo.
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La “otra cara” de los Montes, que quedaron fueron de la repoblación forestal de los años 30 (y, por tanto, aún se originan destructivas riadas en la zona de Málaga que da a esa vertiente) también tiene su encanto paisajístico. Y unas trialeras con pendiente y terreno técnico mucho más exigentes que el lado protegido con sus amplios carriles. La bajada al “Jeep” es sencillamente espectacular, de esas que exigen concentración máxima. Ahí la verdad es que la vieja Rock Machine se ha comportado y no me ha dado ni un susto.
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Las famosas tetas...
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El track no podía dejar de pasar por un clásico del MTB malagueño: un Jeep abandonado al borde del camino donde es obligado hacerse la foto.
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Junto al Jeep, había también ocasión de homenajear a nuestro
@Litrakofreskito. Y no, no va de cerveza la cosa.
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Eso sí, sus brevas tienen mejor pinta que los higos de esta higuera, que estaban un poco mustios y escuchimizaos.
De ahí, tras cruzar el arroyo Jabonero, comenzaba la segunda subida del día y la más dura por las pendientes y el terreno, aunque a ratos daba un respiro. Justo poco antes de las últimas rampas al cerro de San Antón, me encontré con una sorpresa al asomarme a un lagar en ruinas en el camino y del que no he encontrado a nadie que hable de él ni haya subido fotos antes. Se trata, si no me equivoco, del lagar La Solisa, en Cerro Molina.
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Echando un vistazo a su interior, me encontré con los restos bastante completos de una muela de almazara o molino de aceite. Con su piedra tronco-cónica, y su solera, que es la piedra circular que hace de base, con su característico canal o alfarje donde se iba depositando la pasta de aceituna molida.
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Pasta que posteriormente, imagino, se prensaba con esta prensa de hierro forjado que había al lado para producir el aceite.
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Lo cierto es que me fascinan no sólo las bicis sino también los pedazos de historia olvidada que uno se va encontrando en sus rutas. Y esta ha sido totalmente imprevista, por lo que se disfruta el doble.
De ahí ya, directos al cerro, sufriendo sus rampones últimos, pateando luego para llegar lo máximo de alto posible (se podía llegar más, pero había que abandonar la bici a su suerte demasiado tiempo abajo), y disfrutando de las espectaculares vistas a la bahía de Málaga, donde luego encararíamos el rápido descenso por una zona urbanizada carente de interés.
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Me pregunto cómo habrá llegado esa imagen de la Virgen ahí...
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Lo que sigue de ruta ya es tramo urbano por el paseo marítimo, paseo del Parque, centro, margen del Guadalmedina y Ciudad Jardín para llegar a la entrada clásica a los Montes, la de Molinos de San Telmo más conocida en argot como la de “los Locos” (justo antes había unas instalaciones de un hospital psiquiátrico, el argot es poco políticamente correcto).
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Y lo que queda ya es morir por Díos, subiendo pendientes del 6% al 9% y en algún caso del 10% durante unos 10Km hasta el punto de origen y con todo el sol del mediodía cayendo encima. Menos mal que en un chiringuito en Málaga pude reponer agua y tomarme un Aquarius.
Hasta aquí la crónica del día. Hasta el domingo no habrá ruta, así que os dejaré descansar de mí un rato 😜.